domingo, 3 de mayo de 2015

Vuelta a casa

Cuando llegué del trabajo todas las luces estaban apagadas, como te dije, el salón estaba iluminado únicamente por la frágil y cambiante luz de un par de velas que bailaban desde la mesita.

De fondo, casi inaudible, sonaba una sedante obra de música clásica que no alcancé a distinguir. Caminando lentamente fui hacia nuestra habitación, los zapatos se quedaron en el mueble de la entrada junto a los calcetines, cuidadosamente doblados, me quité la chaqueta dejándola en el respaldo del sofá y, estaba desabrochando mi camisa al cruzar el quicio de nuestra puerta, cuando te vi.

Entre la penumbra de la habitación pude distinguir tu sonrisa, estabas de rodillas sobre la cama, como te dije, solo llevabas puesta las braguitas de encaje blanco que tanto me gustaban.  Tu pelo caía desordenado sobre tus hombros, tus ojos eran dos pozos en los que podía pasarme las horas perdido, los labios que dibujaban esa sonrisa que me alteraba el alma, eran carnosos e invitaban a ser mordidos y besados, pero eso sería más tarde.

No hacía falta decir nada, el juego había comenzado, me quité la camisa acercándome lentamente a la cama, tú te echaste hacía atrás sentándote con las rodillas dobladas haciéndome sitio, pero, cuando llegué al borde de la colcha, me detuve mirándote.

Tus ojos se clavaron en los míos expectantes, no sabías que venía a continuación y eso te ponía ligeramente nerviosa. Mis dedos comenzaron a acariciar tu pierna. Fui subiendo desde mitad de la espinilla hacía la rodilla, muy lentamente, las yemas de mis dedos fueron dibujándote.

Mis ojos seguían clavados en los tuyos, un gesto de la cabeza bastó para que te tumbaras agarrando con tus manos el cabecero de la cama y tu sonrisa tomo un cariz más travieso. Mis dedos apartaron el pelo de tu cara y dibujaron la curva de tu mandíbula, siempre te preocupabas de mantener tu piel cuidada y suave y eso me encantaba.

Al llegar a tu barbilla, subí a tus labios, esquivé tu piercing y pasé mi dedo acariciando tus dientes y tu lengua que, tímida, esperaba dentro de tu boca. Con el dorso de la mano subí por tu cara y tú acompañaste mi caricia girando la cabeza.


Te cerré los ojos con la yema de mis dedos y bajé rozandote la barbilla hacia el pecho, pellizque ligeramente tus pezones que empezaban a endurecerse, pero no me detuve y dejé que mi dedo índice dibujara un fino sendero por tu tripa hacia tu ombligo.
Te encogiste levemente cuando esquive el ombligo y seguí bajando, me detuve en el borde de tus braguitas y lo recorrí de una cadera a otra dejando que mi dedo se colará por debajo. Te acomodaste estirando las piernas mientras tus ojos continuaban cerrados. Tu sonrisa se borró cuando te mordiste el labio inferior al sentir la punta de mi dedo acariciando tu coñito por encima de tu braguita.

Me gustaba recrearme y sentir tu calor por lo que seguí trazando pequeños dibujos sobre tu ropa interior de forma lenta y suave, alargando el placer, observando tu reacción. Las caricias fueron cada vez más evidentes y ahora era mi yema la que recorría tu braguita haciendo la presión suficiente para que fuera aumentando tu excitación.

No tardaste en empezar a humedecer las braguitas, tu respiración empezó a alterarse levemente cuando fueron dos los dedos que empezaron a recorrer tu coñito de arriba abajo, muy despacio, muy profundo, haciéndote sentir el roce de tu ropa interior.

Colé mi mano por debajo y envolví toda tu humedad con mis dedos, estabas muy caliente y mojada y eso me excitaba muchísimo, conforme mis dedos se mojaban de ti, metí otros dos en tu boca y con el pulgar agarre tu barbilla con fuerza.

-        -  Quiero ver a mi putita…

Tus labios se cerraron en torno a mis dedos y tu lengua empezó a jugar con ellos mientras tu respiración se cortaba con algún que otro jadeo. Dos dedos recorrían y abrían tu coñito mientras el pulgar permanecía sobre tu clítoris. Tus caderas empezaron a moverse, pero agarré con más fuerza tu barbilla.

-        -  Quieta putita, no seas ansiosa…

Seguí un rato tocándote así, empapándome de ti, aumentando tu deseo y tu calor mientras no dejabas de chupar mis dedos ahogando tus jadeos con ellos. Entonces, al mismo tiempo que un tercer dedo se colaba en tu boca dos dedos entraron en tu coñito arrancándote un sobresalto y un gemido. Tu lengua jugaba con mis dedos, tu boca abierta dejaba escapar tus gemidos mientras mis dedos iban aumentando el ritmo de las embestidas y el olor a sexo comenzaba a inundar la habitación.

Dejé de frotar tu clítoris con mi pulgar y, metiendo dentro de ti los dedos anular y corazón aumente el ritmo arrancándote pequeños gritos de placer, mi mano pasó a agarrar tu cuello haciendo la presión justa para que sintieras mi fuerza mientras te follaba cada vez más fuerte.

-        -   Me….voy…a…cor...

Apreté mi mano dejándote sin terminar la frase y ahogando tus gemidos, aumente el ritmo de mis dedos y, cuando abriste los ojos,  te sonreí.

-        -   Ahora putita…

Aflojé la presión de mi mano dejando que tu orgasmo y tu grito arquearan tu espalda de puro placer…



Sabias perfectamente que el juego no había hecho más que empezar por lo que, de nuevo, tus ojos me miraron expectantes…





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